YAMLAMINIM Y EL COVID-19 EN BURKINA FASO

Escrito por Sara Caneda, martes 16 de junio de 2020

Vivir en África nunca fue fácil. Tampoco en Burkina. Y solo nos faltaba el coronavirus.

Aquel país que conocí en noviembre de 2006, orgulloso de norte a sur y de este a oeste, de pertenecer a la «Tierra de los hombres íntegros», donde reinaba la armonía entre sus diferentes religiones y entre sus diferentes etnias, parece haberse perdido.

¿Qué ha ocurrido? Como en cualquier conflicto, seguro que habrá varios motivos.

Tal vez la climatología, las malas cosechas, las difíciles vías de comunicación, las dificultades en materia de educación, la fragilidad del sistema de salud, y ahora además, un terrorismo difícil de erradicar por su complejidad, y que se ha desplazado desde el Sahel al Este del país y en este momento también a todas las fronteras del sur.

Y faltaba el virus. No sabemos si el calor, la juventud y densidad de la población, la protección indirecta de otros tratamientos, o la genética han hecho que el Covid-19 haya sido benévolo con Burkina, contagiando solo a 894 personas y causando el fallecimiento a 53.

Podemos imaginar los estragos de una pandemia, en un país donde beber agua potable y lavarse las manos con jabón no está al alcance de todos, porque el acceso al agua es difícil.

El Gobierno para evitar la propagación del virus, cerró todas las escuelas el primero de abril, lo que nos hizo pensar que nuestros niños-as y jóvenes apadrinados perderían este curso 2019-2020. Sin luz eléctrica en las aldeas, cualquier estudio «on line» era una quimera. Ante la baja incidencia del virus, el Ministerio de Educación, ha reanudado las clases este primero de junio y hasta el 14 de julio. Los estudiantes deben acudir con mascarilla. Afortunadamente parece que no van a perder el curso.

Pero el periodo de confinamiento nos trajo otro problema, la manutención. A los apadrinados se les atendía con una comida al día, y los que estaban alejados de sus casas en la aldea de Dourtenga, con las tres comidas y el alojamiento. No todas las familias podían dar de comer a estos escolares que habían regresado a casa.

Desde Yamlaminim, en contacto casi diario con nuestro colaborador, tomamos la decisión de apoyar a las familias, comprobamos sus necesidades más inmediatas y decidimos apoyar con alimentos, mascarillas y fuentes de agua para higiene en la entrada de los Centros de Salud y escuelas.

En Loumbila, donde tenemos 78 apadrinados hemos aportado 4 toneladas de arroz, 234 litros de aceite, jabones y mascarillas.

En Comin Yanga, con 60 apadrinados, hemos colaborado con 3 toneladas de arroz, 180 litros de aceite, jabones y mascarillas.

En Koulbinga, donde realizamos en 2018 un proyecto global de Escuela Primaria, hemos colaborado con 2 toneladas de arroz. La población tiene dificultad para recoger el algodón a causa de las lluvias en la zona que hacen imposible cruzar un rio temporal y llegar a sus campos.

Hemos comprado también 20 fuentes para la higiene de las manos que han sido llevadas a los diferentes Centros de Salud y escuelas de estas poblaciones. Se trata de unos cubos, con un grifo y un pedal. Sencillo pero eficaz.

Toda esta colaboración ha sido recibida por la población y sus máximos representantes con toda la ceremonia, el respeto y el agradecimiento de siempre a Yamlaminim.

Ante la imposibilidad, por la situación que atraviesa el país, de realizar proyectos de infraestructura en las zonas en las que hemos trabajado en estos ya 14 años, el equipo de Yamlaminim apoyará a todos los apadrinados en la Escuela Secundaria y Universidad sufragando todos los gastos de educación. Colaboraremos con alimentos para las familias y los desplazados, seguiremos subvencionando el tratamiento de malaria para niños menores de 5 años y apoyaremos con microcréditos a las cooperativas de mujeres.

Gracias a todos por permitir que nuestra pequeña ONG palie en la medida que podamos la dureza de la vida de algunas personas.

Sara Caneda y el Equipo de Yamlaminim.

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